Presentan:
Chamu Diaz Diana Paula
Giral Islas Jatziry
González Rodríguez Tessa Victoria
Peralta Carrera Karen Abigail
Resumen (Abstract)
Este informe tiene como objetivo analizar la relación entre el cambio climático, la migración y la reconfiguración territorial en la región de Belice, El Salvador, Guatemala y Honduras, identificando cómo los eventos meteorológicos extremos afectan la seguridad alimentaria, las infraestructuras productivas y las dinámicas sociales y políticas. La investigación empleó un enfoque multidisciplinario, basado en la revisión de literatura, análisis de datos estadísticos y estudios de casos regionales, incluyendo informes de organizaciones internacionales y antecedentes históricos de eventos climáticos extremos.
Los principales hallazgos revelan que los fenómenos meteorológicos, como huracanes, inundaciones y sequías, exacerban la inseguridad alimentaria, generan desplazamientos forzados y reconfiguran las fronteras y las relaciones de poder en la región. La fragilidad de las infraestructuras productivas y las desigualdades sociales intensifican estos efectos, poniendo en evidencia la necesidad de respuestas coordinadas y basadas en principios de justicia ambiental y sostenibilidad. Además, se destaca que estas migraciones inducidas por desastres ambientales no deben considerarse sólo como problemas humanitarios, sino como fenómenos estratégicos que transforman territorios y desafíos en los ámbitos político y soberano.
Este estudio concluye que una gobernanza climática inclusiva, equitativa y regional es esencial para fortalecer la resiliencia y promover un desarrollo sostenible en medio de los efectos del cambio climático en la región.
Palabras clave: migración, movilización, cambio climático, políticas ambientales, etcétera
Introducción
La migración medioambiental, se presenta como una respuesta a la pérdida de seguridad alimentaria, de acceso a recursos hídricos y a la degradación de los medios de vida, las cuales se ven agravadas por la fragilidad de las infraestructuras productivas. Asimismo, la percepción de la migración por motivos ambientales difiere en su naturaleza: ¿se trata de desplazamientos forzados o de reubicaciones voluntarias? La confusión en su definición, junto con la dificultad de aislar los factores climáticos en los movimientos migratorios, genera desafíos en su gestión política y humanitaria.
El problema de investigación surge de la necesidad de comprender cómo el cambio climático no solo modifica los patrones migratorios, sino que también impacta en la redefinición de las fronteras sociales y políticas, así como en la disputa por recursos estratégicos. En este sentido, la hipótesis planteada afirma que los fenómenos climáticos extremos, al obstaculizar la estabilidad social y económica, están generando un proceso de reconfiguración territorial, que impacta en las dinámicas de soberanía, genera conflictos por recursos naturales y obliga a revisar los modelos tradicionales de gobernanza y cooperación internacional.
De esta forma, el informe adoptará un enfoque multidisciplinario, combinando análisis de casos empíricos, revisiones normativas y reflexiones teóricas acerca de la relación entre vulnerabilidad climática, migración forzada y disputas territoriales. Su estructuración será en primer lugar, contextualización a la problemática, analizando las evidencias y características del cambio climático y su impacto en la región. Luego, se profundizará en la relación entre desastres naturales y migración, resaltando las dimensiones sociales y estructurales del fenómeno. Posteriormente, se discutirá el impacto en las disputas territoriales, las reconfiguraciones fronterizas y las tensiones por recursos.
Finalmente, se presentarán las conclusiones y recomendaciones, con el objetivo de ofrecer una visión integral que facilite la comprensión de este fenómeno en un marco de sostenibilidad, justicia ambiental y cooperación internacional.
Desarrollo
El clima nunca es estático ya que presenta fluctuaciones cíclicas anuales y variaciones ocasionales originadas por fenómenos naturales, como la erupción de un volcán. En la actualidad, cuando se habla de cambio climático se hace referencia a las variaciones climáticas que se producen en los diferentes ecosistemas y que no guardan relación con las variaciones cíclicas (Semarnat, 2009). Se considera que los grandes cambios que se están produciendo en el clima son originados por el calentamiento global que a su vez tiene origen principalmente en la actividad humana.
Los cambios que se han dado presentado en el planeta a raíz del calentamiento global son apenas pequeñas evidencias de las consecuencias devastadoras que se presentarían si no se reducen drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero y la dependencia de los combustibles fósiles. De esta forma, se debe considerar que el cambio climático es una realidad que amenaza la calidad de vida de todos los seres humanos y que nos exige realizar grandes cambios en todos los ámbitos si no queremos ser testigos de sus consecuencias más devastadoras.
En el año 1990 el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, el cual es el principal órgano internacional para la evaluación del cambio climático, “...advirtió que la migración humana podría ser una de las consecuencias más graves del cambio climático. Millones de personas tendrían que desplazarse a causa de la erosión de la línea costera, de las inundaciones del litoral y de los estragos en la agricultura...”, es decir, desde hace un par de décadas atrás, se veían venir los efectos que el cambio climático podría tener en relación con los desplazamiento o flujos migratorios, ya que afectan grandes cantidades de territorio por diversas razones como el aumento en el nivel del mar o por afectaciones a la tierra fértil a causa de sequias, entre otras razones.
Todos los estudios sobre el tema contienen expresiones y conceptos como ‘migración por motivos medioambientales’, ‘migración inducida por el cambio climático’, ‘refugiados medioambientales’ o ‘ecológicos’, ‘migrantes debido al cambio climático’ y ‘migrantes forzados por motivos medioambientales’. El principal motivo de la falta de definición sobre la migración causada por la degradación o el cambio medioambiental está vinculado a la dificultad de aislar los factores medioambientales de otros factores causantes de la migración. Otro obstáculo fundamental surge de la confusión entre la migración forzada y la voluntaria. ¿Es la migración por motivos medioambientales en sí una forma de desplazamiento forzado? ¿O acaso puede adoptar la forma de reubicación voluntaria? ¿Y qué sucede con los planes gubernamentales de reasentamiento que se producen antes o después de una alteración medioambiental?
Algunas personas afirman que los desplazados por motivos medioambientales o por el cambio climático son refugiados y esperan que se amplíe la definición de ese término en la Convención de 1951 sobre los Refugiados para que aparezcan reflejados; otras exigen la adopción de nuevos instrumentos para proporcionarles una protección similar a la que se presta a los refugiados. También están los que creen que cualquier noción sobre ‘refugiados medioambientales’ y la necesidad de ofrecerles una protección equiparable a la de los refugiados es, en el mejor de los casos, exagerada y, en el peor, responde a motivaciones políticas y resulta arriesgada. Según ellos, esas ideas sólo sirven para emborronar la noción tradicional de refugiado y les hacen el juego a aquellos (gobiernos) que quieren clasificarlos a todos como migrantes económicos, para evadir así su obligación de brindarles protección como refugiados.
De acuerdo con el Índice de Riesgo Climático Global (IRC), Honduras es uno de los tres países del mundo más afectados por eventos climáticos extremos (Germanwatch Think-tank & Research 2019), con graves consecuencias en la población y la economía. El Huracán Mitch, que azotó al país en 1998, llevó a la muerte a 7000 personas y más de 12000 resultaron heridas, mientras que la población directamente afectada alcanzó la cifra de casi 61, 8000 personas. El daño económico y ambiental fue estimado en 3800 000 000 de dólares (PNUMA 2003). Se sugiere que el Mitch produjo flujos migratorios temporales, que tuvieron como destino otros países dentro y fuera de la región centroamericana (OIM et al. 2011).
Nota: adaptada de Imágenes del Huracán Mitch. Fuente: Historia Universal.
Guatemala, por su parte, ha sido fuertemente afectada por los cambios en el clima. De acuerdo con el IRC, el país se encuentra dentro de los diez más afectados por fenómenos meteorológicos extremos, tanto en términos de muertes como de pérdidas económicas, que se produjeron entre el período de 1992 a 2013.
En el caso de El Salvador, la Estrategia Nacional de Cambio Climático (Gobierno de El Salvador 2013) demostró que en los últimos seis decenios la temperatura promedio anual aumentó más de 1,3°C y los escenarios climáticos apuntan a aumentos de entre 2°C y 3°C adicionales en los siguientes 60 años, en dependencia de los esfuerzos para mitigar el calentamiento global. Esto ha tenido consecuencias en el aumento en el nivel del mar en casi ocho centímetros.
La Estrategia Regional de Cambio Climático (2010) es producto del Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), que los gobiernos de la región utilizan para complementar los esfuerzos y planes nacionales y locales de adaptación y reducción de vulnerabilidad ante el cambio climático (falta Belice, para contar con el total de países centroamericanos). El documento informo que la región es altamente vulnerable a los eventos climáticos extremos. En un registro de 248 eventos ocurridos entre 1930 y 2008, los más recurrentes fueron los hidrometeorológicos: inundaciones, tormentas tropicales, deslizamientos y aluviones.
Nota: adaptador de Sequia severa en El Salvador. Fuente: MARN
Los eventos climáticos extremos de igual forma afectan el tiempo de cosecha y comercialización de los productos agrícolas. La ocurrencia e intensidad de estos eventos climáticos deterioran la calidad de los productos agrícolas, en especial de los granos básicos como maíz y frijol, esto repercute directamente en los agricultores (marn, 2007; marn, 2010). Todo debido a que estas actividades dependen de las condiciones climáticas. Estos daños amenazan la seguridad alimentaria de las poblaciones afectadas por un evento climático extremo en especial por el déficit de alimentos en sus dietas. Como consecuencia de las dietas alimenticias inadecuadas se produce desnutrición y hambre, que son consecuencias a corto y largo plazo.
Este planteamiento coincide con un entrevistado que afirmó: “en los últimos años la seguridad alimentaria se ha exacerbado por los eventos climáticos y económicos, los cuales han permitido que se muestre a la sociedad los problemas de desnutrición crónica que padecen en el país los niños menores de cinco años. Asimismo, la pérdida de bancos de semillas, cosechas y reservas alimenticias por falta de lluvias incrementa la inseguridad alimentaria”. Las personas de estas comunidades tienden a migrar.
A partir de los datos presentados, se deduce que la vulnerabilidad a los eventos climáticos extremos en la región no se trata únicamente de una cuestión ambiental, sino que constituye un factor estructural que incide de manera directa en la configuración social, económica y política de los países afectados. Este escenario exige una lectura analítica que trascienda la simple exposición de cifras para explicar cómo las crisis ambientales provocan un efecto dominó, en el que la inseguridad alimentaria, la migración forzada y la redefinición de fronteras se interconectan de forma sistémica.
La evidencia sugiere que la fragilidad de las infraestructuras productivas (especialmente en sectores básicos como la agricultura) genera un círculo vicioso en el que la pérdida de recursos, como bancos de semillas y reservas alimenticias, intensifica la desnutrición y, por ende, la inseguridad alimentaria. Este debilitamiento de la seguridad alimentaria no solo compromete el bienestar inmediato de las comunidades, sino que también impacta en la capacidad de los Estados para garantizar condiciones mínimas de vida digna. Ello revela una marcada asimetría en la distribución de riesgos, en la que las poblaciones más vulnerables son las que asumen el mayor peso de estas crisis, perpetuando condiciones de desigualdad estructural.
Asimismo, la integración de estos desafíos en el marco geopolítico de Belice, El Salvador, Guatemala y Honduras invita a repensar las estrategias de cooperación regional. Los flujos migratorios inducidos por eventos extremos actúan como mecanismos de reconfiguración territorial que obligan a una revisión sobre la delimitación de fronteras y, por consiguiente, de la soberanía estatal. Este reordenamiento demanda políticas exteriores que afronten la migración climática no solo como un problema humanitario, sino como un desafío estratégico que afecta las negociaciones bilaterales y multilaterales, la asignación de recursos y la estabilidad regional. La experiencia compartida entre países que enfrentan desastres ambientales extremos exige que las instituciones diseñen respuestas coordinadas, basadas en compromisos que vinculen la gestión de riesgos con el imperativo de la justicia ambiental y el desarrollo equitativo.
Conclusiones
Se evidencia que el cambio climático se ha consolidado como un factor determinante en la transformación de las dinámicas territoriales, sociales y económicas en la región de Belice, El Salvador, Guatemala y Honduras. Los eventos meteorológicos extremos, como huracanes, inundaciones y sequías, no solo generan daños inmediatos en las infraestructuras, la agricultura y la seguridad alimentaria, sino que también actúan como catalizadores de procesos migratorios forzados y reconfiguraciones territoriales, afectando la soberanía y las relaciones entre países. La evidencia recogida demuestra que la vulnerabilidad no es exclusivamente ambiental, sino que se inserta en un marco estructural que incluye aspectos políticos, económicos y sociales, dificultando la existencia de respuestas efectivas a nivel local, nacional e internacional.
Asimismo, se confirma la necesidad de una gobernanza climática más integrada y justa, basada en principios de sostenibilidad, justicia ambiental y cooperación horizontal. La fragmentación en las respuestas y la dependencia de modelos jerárquicos y dependientes dificultan afrontar la magnitud del problema, evidenciando la urgencia de desarrollar una nueva visión multilaterales que priorice la equidad y el bienestar de las comunidades más afectadas.
Finalmente, se sustenta que las migraciones inducidas por eventos climáticos extremos no deben interpretarse solo como problemas humanitarios, sino como fenómenos estratégicos que reconfiguran territorios y redefinen las relaciones de poder y soberanía regional. La protección de los derechos de las comunidades afectadas, la integración de la adaptación y resiliencia en las políticas públicas y el fortalecimiento de una cooperación internacional más efectiva son acciones imprescindibles para hacer frente a estos desafíos.
El objetivo de comprender esta interacción y proponer respuestas estructurales y sostenibles ha sido parcialmente alcanzado con los resultados aquí presentados. Se reafirma la necesidad de seguir investigando y actuando en políticas públicas que combinen justicia social, protección ambiental y cooperación regional para garantizar un desarrollo más equitativo y resiliente en la región ante los efectos crecientes del cambio climático.
Referencias Bibliográficas
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